El universo (loka) jainista es el sistema cosmológico más complicado que haya surgido en India. En la cosmología jainista, el tiempo y el espacio no tienen principio ni final. El mundo es infinito, impersonal y no tiene función moral: no fue creado nunca, simplemente existe. El mismo loka es un enorme escenario de fantásticas dimensiones en el que un número infinito de almas están renaciendo continuamente.
La filosofía jainista divide el universo en dos categorías: jiva (alma) y ajiva (no- alma). Ajiva comprende cinco entidades básicas, dharma (movimiento), adharma (descanso), pugdala (átomos), akasha (espacio) y kala (tiempo).
Se dice que jiva es eterno, trascendente y hecho de «pura conciencia», motivada por una voluntad innata y absoluta. Jiva es el que experimenta y percibe el mundo, a través de los ojos y los oídos de un cuerpo que no es más que una coagulación inerte de átomos. El jiva controla cada función intelectual del cerebro, y es el único recipiente del conocimiento espiritual y la conciencia. Hay dos tipos de personificación de jivas: los inmóviles, entre los que están las rocas y plantas, y los que se pueden mover, como los insectos, animales, dioses y seres humanos. Estas formas de vida se entienden como diferentes, a la vez que tienen semejanzas inherentes, ya que son todos jivas atrapados en la materia inerte de su forma corporal.
De los muchos dioses, demonios, rocas, personas y plantas en cuyas formas el jiva renace constantemente, sólo los humanos son capaces de alcanzar el nirvana en el transcurso de sus vidas. Este estado de beatitud, en el que el alma se libera de la individualidad y los deseos y se deshace de los efectos del karma es, en la filosofía jainista, el fin último del comportamiento humano, y se consigue gracias a muchas vidas de disciplina y ascetismo. Los dioses tienen posiciones inferiores en la cosmología, aunque algunos son venerados por los jainistas para conseguir riqueza y protección; como viven en el cielo, están seguros de que el mérito procedente del buen karma se usará rápido, y ellos se verán hundidos de nuevo en la patética rueda, renaciendo como polvo, una piedra, un río, una nube, una bacteria, un tritón, un ser infernal, etcétera. Cada fase de renacimiento puede durar más de 700.000 años, y el resultado dependerá de las acciones del alma y del karma.
El primer texto jainista que trata de los principios del tiempo y el espacio fue el Vhyakhyaprajnapati (Exposición de la explicación), compilado inicialmente alrededor del siglo III a.C. y aumentado más tarde. Este texto detallaba lo que finalmente se convertiría en la forma normal de loka: estrecho en el centro con las partes de arriba y abajo más anchas. A partir del siglo XVI en adelante, el universo se solía pintar con la forma de un gran ser humano (purusha). Esta enorme entidad no tenía voluntad propia, sino que era una mera coagulación de la materia sin alma que se mantiene unida por la ilusión que producen los jivas que transmigran constantemente.
El plano de la tierra en el que viven los seres humanos está representado como el nivel medio del universo. Debajo hay siete capas de infierno, siendo la última la más oscura, el nivel más cruel a los pies del universo; por encima están los catorce niveles cada vez más celestiales, habitados por diferentes clases de dioses. En lo más alto está el «lugar ligeramente curvado» donde las almas liberadas residen al fin libres de posteriores reencarnaciones.