Se dice que la mayor parte de los iconos de los templos albergan el poder de una deidad sólo temporalmente, en los momentos en que está despierta al alba y al atardecer. Hay varios templos, sin embargo, en los que se cree que los dioses moran permanentemente. Estos se caracterizan por ceremonias puja particularmente elaboradas en honor al dios que reside en ellos.
El templo de Sabarimala, en medio de las selvas tropicales que rodean Kerala y Tamil Nadu, en el suroeste de India, es supuestamente la residencia de la deidad hindú Ayyappan. Los peregrinos caminan todo el día por la selva llevando sólo un dhoti (taparrabos) negro y un irrumudi (bolsa de tela con dos compartimentos) sobre la cabeza. Dentro hay dos cocos, uno lleno de ghee y el otro sin abrir. Se dice que el primero representa el alma que está dentro de la cáscara externa del coco que tiene los Tres Ojos de Siva. El segundo coco representa al ser; al llegar al templo, el devoto lo rompe al pie de los dieciocho escalones de oro, que representa cada uno un vicio diferente que ha de ser superado antes de conseguir la unión con la divinidad.
Algunos devotos practican entonces el rito snanam pradakshina, para empaparse del poder encarnado de Ayyappan. Húmedos tras bañarse, ruedan tres veces por la circunferencia interior del templo.