Este mito, que se encontró por primera vez en los Brahmanas, está muy extendido en los Puranas. La siguiente versión es una forma condensada del Mahabharata (una de las dos grandes epopeyas en sánscrito compuestas entre el siglo IV a. C. y el IV d. C), y se centra en la obtención del amrita («inmortal»), o elixir de la inmortalidad. Con la ambigüedad característica de la mitología india, el cosmos ya existe en cierto sentido antes de que aparezcan éste y otros puntos esenciales.
Los dioses, reunidos en el monte Meru, reflexionaban sobre cómo obtener el amrita. Visnú propuso: «Que los Devas bastan el balde del océano y al batirlo surgirá el elixir, junto con todas las hierbas y joyas.»Fueron al monte Mandara, lo arrancaron y lo colocaron en el lomo de una tortuga a modo de paleta, y sirviéndose de la serpiente Vasuki como cuerda, se pusieron a batir el océano. Los Asuras y los Danavas sujetaron un extremo de Vasuki y los Devas el otro y dieron vueltas al monte Mandara, de modo que sus árboles se tambalearon y la fricción los incendió. Indra apagó las llamas con agua de sus nubes, pero la savia de todas las plantas fluyó hasta el océano, que se transformó en leche y después en mantequilla.
Con un último esfuerzo, los dioses siguieron batiendo, y así surgieron el Sol, la Luna, la diosa de la fortuna, otros tesoros y, al final, el divino médico Dhan-vantari, con el elixir. Visnú convenció a los Asuras de que renunciasen al elixir y se lo diesen a los Devas, pero Rahu se apoderó de una gota y antes de que pudiera tragarla Visnú lo decapitó. Desde entonces Rahu y la Luna (con la que se identifica el amrita) mantienen una lucha continua, lo que explica la desaparición y aparición periódicas de nuestro satélite por el cuello cortado de Rahu. Enfurecidos, los Asuras entablaron batalla pero fueron derrotados y los dioses victoriosos volvieron a colocar el monte Mandara en su sitio.