En una ocasión los dioses se reunieron para un sacrificio de mil años de duración. Cuando llegó Daksha, jefe de los brahmanes, todos se levantaron para recibirlo con excepción de Shiva, que estaba sumido en la meditación. Aunque Shiva estaba casado con la hija de Daksha, éste se ofendió. "Shiva no merece tomar parte en este sacrificio", tronó. Y a continuación desapareció de la escena.
Esto condujo a un enfrentamiento entre los seguidores de Shiva y los de Daksha, lo que dio origen al antiguo antagonismo entre los adoradores de Vishnu y los adoradores de Shiva.
Daksha organizó otro sacrificio al que no fue invitado Shiva. Pero la esposa de Shiva, la diosa Sati, acudió a la ceremonia. Se encontró con que no se había ofrecido ninguna oblación a Shiva y fue insultada por su padre, Daksha, que se negó a admitir su presencia. Era como si ella y su marido no existieran.
-Daksha tiene envidia de Shiva -declaró ella-. No quiero seguir siendo su hija o seguir en este cuerpo nacido de él.
Y diciendo esto, se sentó en el suelo y concentró su feroz enfado entre los ojos. Brotaron llamas que consumieron su cuerpo. Los seguidores de Shiva dejaron oír un gran lamento. Cuando Shiva conoció este terrible acontecimiento, se rió con ira enloquecida y dio inicio a su danza de destrucción cósmica. Arrancándose un cabello de la cabeza, lo dejó caer al suelo. De él surgió un gran demonio tan alto como el cielo y con el resplandor de tres soles.
-¿Qué quieres que haga, oh maestro? -exclamó el demonio.
-Que mates a Daksha -dijo Shiva.
La oscuridad cayó sobre el lugar del sacrificio al aparecerse el gran demonio.
Se apoderó de Daksha y en un momento le cortó la cabeza, arrojándola al fuego del sacrificio. Los brahmanes acudieron en busca de protección a Brahma, padre de todos los seres, pero éste les dijo que debían implorar el perdón del propio Shiva.
El monte Kailash es la morada celestial de Shiva, rodeada por selvas de árboles floridos y en la que resuenan los mágicos graznidos de los pavos reales y el sonido de las cascadas. En medio estaba sentado Shiva, grave y pacífico, acompañado por los sabios. Los brahmanes, contritos, se postraron ante él. Shiva les perdonó y acordó devolver a la vida a Daksha. Y, como la cabeza de Daksha se había consumido en el fuego hasta convertirse en cenizas, le dio una cabeza de cabra.
Esta leyenda muestra que Shiva se enfada con facilidad pero también se da por satisfecho al momento. Se cuenta que quien la oiga con fe se verá libre de pecado.