Por encima de todo lo demás, el hinduismo más antiguo es famoso por sus dos poemas épicos, el Ramayana y el Mahabharata, extraordinarias narraciones que cantan las alabanzas de las dos más famosas encarnaciones (avatares) del dios Visnú. Hacia el año 500 a. C., un gran número de poemas épicos populares -cuyas historias de honor, amor y guerra cuentan las hazañas de una nueva raza de dioses- reemplazaron a los Vedas, en el momento en que empezó a evolucionar un hinduismo dinámico, caracterizado por un exuberante devocionalismo y una doctrina de acción desinteresada.
De estos poemas épicos, especialmente de los Puranas, surgieron los trimurti, la Trinidad hindú: Brahma, el Creador; Visnú, el Conservador; y Siva, tanto Creador como Destructor. La popularidad de Visnú y Siva supera mucho a la de Brahma, y es en el Ramayana y el Mahabharata donde el culto a Visnú se celebra de manera más completa. El Ramayana, representado en India hasta nuestros días, cuenta la historia de Rama, el séptimo avatar de Visnú, un héroe cuyo honor y sentido del deber supera incluso a su amor por Sita, la trágica heroína. El Mahabharata, la historia de una guerra entre dos dinastías, es probablemente el poema más largo que se haya compuesto nunca. Entre los pasajes que contiene está el Bhagavad Gita. El protagonista es el octavo avatar de Visnú, Krisna, un travieso amante y sagaz táctico, el más amado de todos los dioses indios.
Krisna el octavo avatar de Visnú, es el más duradero símbolo del devocionalismo que marró el período clásico de la historia india se le muestra como a un dios pastoral, protegiendo a su rebaño de las malvadas intenciones de Agliasura, un demonio.