El sacrificio era el rito principal de la tradición védica, el medio sagrado a través del cual los arios invocaban y apaciguaban a los dioses. El sacrificio era el símbolo de la creación del mundo, y el sacrificante asumía el papel del primer hombre que se sacrificaba a sí mismo para que pudiera nacer el universo.
Todos los actos rituales del sacrificio eran llevados a cabo por brahmines, que llegaban a ser diecisiete en la ceremonia soma completa. Las instrucciones para la realización correcta del sacrificio se describían en los Brahamanas, una serie de largos comentarios en prosa añadidos a cada uno de los Vedas. Estos comentarios aconsejaban que una zona fuese santificada en primer lugar por los brahmines y que el propietario que había subvencionado el sacrificio tenía que ser apartado ritualmente. Se decía que el altar representaba la tierra y el agua, los elementos básicos de los que se creó el Inundo.
La zona sacrificatoria consagrada representaba una esfera de pureza en lo que los brahmines consideraban un mundo impuro, pero los últimos Brahmanas mostraban una gran aversión a matar para los sacrificios. Los animales se mataban por asfixia, fuera del escenario santificado, pero más tarde se sustituyeron por sustitutos simbólicos.