A partir del siglo VIII a. C. en adelante, los ascetas que habían renunciado al mundo viajaban por las selvas del norte de India formando grupos de los que surgieron más tarde los seguidores del budismo, jainismo y los ajivikas. Estos vagabundos rechazaban todos los lazos con la sociedad, rompiendo incluso el contacto con sus amigos y familiares. Mendigaban comida o se retiraban a lo más profundo de la selva, donde recogían frutas y verduras.
En la filosofía de estos renunciantes era importantísimo el concepto de "ir más allá" (pravrajya) del hogar. Para evitar sentirse unidos a lugares de la selva en particular se desplazaban sin parar, deteniéndose sólo cuando las lluvias monzónicas hacían imposible el avance. Algunos practicaban una severa austeridad en su búsqueda del moksha (liberación de las ataduras físicas), dejándose casi morir de hambre o experimentando calor y frío extremos para llegar a controlar mentalmente sus cuerpos. Se les conocía a veces como shramanas (esforzados), a causa de las penalidades físicas que requería el camino que habían tomado.
Uno de los últimos himnos del Rigveda habla de los munis; ascetas vagabundos que practicaban la meditación y el ascetismo como técnicas para conseguir la liberación por el camino del éxtasis.
Tanto Buda como el maestro jainista Mahavira asumieron papeles comparables a los munis védicos, pasando parte de sus vidas como ascetas vagabundos. La filosofía de la selva de Buda, Mahavira y Goshala recalcaba el sacrificio interno y sustituta las llamas del sacrificio por el calor interior (tapas) de la contemplación y el ascetismo. Al igual que el sacrificio, el ascetismo era una búsqueda para superar las limitaciones del mundo manifiesto. Pero contrariamente a los sacerdotes védicos, estos renunciantes trataban de conseguirlo controlando sus mentes, ya que la mente controla al cuerpo y su percepción del mundo exterior.
Los principios de los Upanishads del karma y el samsara se habían aceptado ampliamente como hechos básicos de la existencia humana en el siglo VI a. C. El samsara (flujo) es el ciclo de la reencarnación constante causado por la acumulación de las acciones de uno (karma). Opuesto a la realidad definitiva experimentada en la búsqueda del moksha, el rumiamos tiene como referencia este mundo de engaño y sufrimiento, en el que todo está sujeto a un cambio constante. Uno de los principales rasgos del jainismo y de los ajivikas, y del budismo cuando se desarrolló, fue la aceptación de la transmigración, y, por tanto, del escapar de la reencarnación como meta principal. Como se creía que la reencarnación era causada por las malas acciones, era por medio de las "acciones correctas" como los renunciantes llegarían a liberarse, a menudo rechazando las normas de las convenciones sociales vistas como dharma (moralidad).