RADHA Y KRISNA

Al crecer, las travesuras que hacía Krisna a las gopis de Brindaban se convirtieron en juegos amorosos.

En una ocasión, Krisna les robó la ropa mientras se bañaban en el río Yamuna y se negó a devolvérsela a menos que salieran desnudas, de una en una y con las manos alzadas, suplicantes. Al poco tiempo, todas las pastoras estaban enamoradas del encantador Krisna y, superando cuantos obstáculos se les presentaban, acudían a sus citas. Al sonido de su flauta, abandonaban sus casas y a sus maridos las noches de otoño, se veían con él en la selva a orillas del Yamuna y ejecutaban con él la danza del ras: cada una pensaba que era su única pareja y se extasiaba.

Antes de que acabara el baile, Krisna se escapaba con una de ellas. Desconsoladas, las demás gopis seguían sus huellas y se reanudaba el baile. Radha era la favorita de Krisna y le robó el corazón desde niño. El apasionado amor de Radha por Krisna, en calidad de amante o de esposa (las tradiciones no coinciden) y su nostalgia cuando se separaron son elementos fundamentales de la historia. Pero era un amor recíproco: Krisna la adoraba y estaba dispuesto a humillarse ante ella para hacer las paces. La morenez de Krisna (su nombre significa «oscuro») y la dorada belleza de Radha se complementaban.

Radhay Krisna en un bosque. La naturaleza lujuriante y las parejas de aves simbolizan sus sentimientos amorosos, mientras que las hojas de plátano evocan los muslos de Radha, según un concepto común en la India. El amor de Radhay Krisna constituye una alegoría de la intimidad de la deidad con el devoto.