Tras su iluminación, a la edad de treinta y cinco años, Buda viajó por el norte de India durante cuarenta y cinco años, enseñando su Vía Media a un número cada vez mayor de discípulos. Aunque insistía en que sus enseñanzas eran la única verdad, Buda pedía a sus seguidores que nunca lo idealizasen. Predicaba la necesidad de la iluminación y el fin del sufrimiento y la ignorancia, y pretendía que su solución era la única.
Las enseñanzas de Buda eran más lógicas que dogmáticas en su naturaleza, y animaba a sus discípulos a encontrar soluciones basadas en sus propias experiencias. Criticaba las distinciones de casta y el papel de los brahmines (la casta sacerdotal). El Dhanunapada (un poema pali acerca de la enseñanza del dharma), le atribuye las palabras: "Un hombre no se convierte en brahmín por su pelo largo, o por familia, o por nacimiento. El hombre en el que está la verdad y la santidad está lleno de alegría y es un brahmín, Aunque Buda no adoraba a dioses, no condenaba a los que los adoraban, sino que cuestionaba la aceptación sin pensar de los dioses que no conducían al alivio de los sufrimientos.
El primer sermón, conocido como La primera vuelta de la rueda de la ley, fue pronunciado por Buda en el Parque de los Ciervos en Sarnath, cerca de Benarés, ante sus discípulos, los cinco ascetas con los que había ayunado antes de alcanzar la iluminación. El sermón de Sarnath se basa en las Cuatro Nobles Verdades: la vida está enraizada en el sufrimiento (dukkha); el sufrimiento está causado por el ansia (tanha) de poder, placer y una larga vida; eliminando este ansia hay una liberación del sufrimiento y, por tanto, hay una oportunidad de llegar al nirvana; el modo de eliminar el ansia y por ello el sufrimiento es seguir la Noble Óctuple Senda.
Dukkha suele traducirse como sufrimiento, lo que incluye los conceptos de impermanencia e imperfección. La vida es dukkha, pues hay siempre las "tres marcas de impermanencia" que descubrió Buda por primera vez cuando era un joven. la vejez, la enfermedad y la muerte. Sufrimos porque ansiamos la permanencia en las vidas que estamos viviendo y en las futuras, pero Buda enseñó que nada es permanente. La vida no es inherentemente penosa, sino que su impermanencia la hace imperfecta e insatisfactoria para los seres humanos.
La raíz del ansia es avidya, un falso concepto de la naturaleza de la realidad. Buda proclamó la doctrina de anular (no-ser), negando la existencia de un alma o personalidad permanente. Consideraba que la identificación con la personalidad era la causa de gran parte de los sufrimientos humanos. Muchas de sus enseñanzas ofrecen, por medio de la meditación, métodos prácticos para que sus seguidores se liberen del engaño de la supremacía de la personalidad.