En el arte y la religión indios, las vacas, los toros y las serpientes (especialmente la cobra) tienen un fuerte valor simbólico. Están consagradas específicamente a Siva, pero hay elementos del culto a la serpiente (naga) y a la vaca que aparecen en los atributos y mitos de las principales deidades hindúes.
Gran parte del poder simbólico de las serpientes y las vacas procede de su ambigüedad: la serpiente es tanto destructora como guardiana de la vida humana, mientras que la fertilidad y cualidades nutrientes de la vaca están contrarrestadas por los instintos más agresivos del toro.
El culto a las deidades en forma de serpiente se cree que precedió a la religión védica de los invasores guerreros arios , y sigue siendo muy corriente en el sur de la India rural.
La importancia de los cultos de la naga se hace evidente en la permanencia de las deidades naga en las principales religiones indias. La gran serpiente Shesha es la «interminable» en la mitología hindú, cuya forma personifica la Vía Láctea, y cuyos cuatro grandes anillos representan los cuatro yugas (edades) del tiempo cósmico. La mitología budista relata el cuento de Muchilinda, un rey serpiente que fue intimidado por los poderes de concentración de Buda. El príncipe serpiente Dharanendra protege al Vadeador jainista Parshva en sus meditaciones, mientras que en una leyenda vaisnavita, la gran serpiente Ananta protege a Visnú mientras descansa.
La vaca en la mitología hindú ha representado siempre la fertilidad y la abundancia. En tanto que proveedora total, la vaca es la forma encarnada del aspecto benigno de la Gran Diosa, la que nutre y mantiene la vida que surge de su «vientre infinito». Más recientemente, la vaca se ha vuelto un símbolo de la «Madre India», la mítica personificación del moderno estado indio. Se permite a las vacas vagar libremente por la calles y los hindúes las consideran sagradas. A menudo se honra con elaborados funerales a grandes toros blancos que se parecen al mítico Nandi.