La mitología védica presenta dos motivos opuestos: la obtención de comodidad y prosperidad mundanas y la persecución de una realidad más elevada por medio del ascetismo y la búsqueda filosófica.
La temprana insistencia en la prosperidad da fuerza al ritual de la ceremonia del fuego y aumenta la importancia de los dioses de la naturaleza que podían garantizar la prosperidad, como Agni, dios del fuego, e Indra, dios la lluvia. A lo largo del primer milenio a.C. El interés se desplazó hacia la búsqueda de la sabiduría espiritual y el alejamiento de este mundo. En este periodo surgieron las grandes trinidades del hinduismo tardío: Vishnu, Shiva y la diosa Devi.
Este desplazamiento queda demostrado por la vida del rey Bharat, contada en el Bhagavat Purana. Se retiró a la selva para liberarse del ciclo de la reencarnación. Pero en el momento de su muerte estaba distraído de su enfermedad por un cervatillo huérfano, por lo que renació en el cuerpo de un cervatillo.
Posteriormente renació como ser humano, alcanzó la iluminación y se liberó de la reencarnación. Es una figura tan destacada que da su nombre a la India moderna: Bharat.