Al igual que los cuentos populares, los relatos mitológicos «viajan» con facilidad de un grupo de personas a otro.
Naturalmente, pueden cambiar en el camino, e incluso transformarse en el seno del mismo grupo al ser contados una y otra vez.
Un ejemplo famoso de la movilidad del mito es el motivo del «Gran Diluvio», que aparece en Oriente Medio y el Mediterráneo oriental, incluyendo Grecia, y en el sur y el este de Asia y en diversas regiones de América. Los temas semíticos (y bíblicos) de la torre de Babel y la «separación de las aguas» del mar Rojo por un jefe religioso o político aparecen en numerosas versiones locales por toda África, y los relatos de Prometeo y Jasón y el Vellocino de Oro forman parte de la mitología local de las culturas caucásicas de Georgia y Armenia.
En muchos casos, resulta imposible descubrir el lugar de origen de un motivo mitológico muy extendido. Se tiene más certeza allí donde los testimonios apuntan a la incorporación de un cuerpo de mitos local a una tradición literaria, como, por ejemplo, en el Tíbet, donde el budismo oficial absorbió elementos chamanísticos de la cultura indígena.