En la mitología india encontramos un reflejo del tema del «arca» de Oriente Medio. Manu, el primer hombre, se gana la gratitud de un pez pequeño al que salva de que se lo coman otros peces mayores. Cuando el animal alcanza un tamaño gigantesco, previene a Manu del advenimiento de una catástrofe cósmica y le da instrucciones para construir un barco y llenarlo con «la semilla de todas las cosas». Por último, remolca la embarcación, que no sufre ningún daño.
En algunos relatos sobre el diluvio, el mundo que surge del desastre es mejor que el anterior. En la cultura andina, por ejemplo, el dios Sol, tras provocar una inundación que devasta la tierra, envía a su hijo Manco Cápac y a su hija, Mama Ocllo, a enseñar las artes de la civilización a los supervivientes.
La versión sobre el mismo tema que cuentan los yao, del sur de China, se centra en un hombre que atrapa al dios Trueno, responsable de una inundación de la tierra. El prisionero escapa con la ayuda de los hijos de aquel hombre, un chico y una chica, a quienes recompensa con un diente que al crecer se convierte en una enorme calabaza. Cuando el dios recobra la libertad, se produce de nuevo una inundación que anega por completo la tierra.
El hombre asciende flotando hasta el cielo en un barco especialmente construido y convence al Señor de los Cielos de que ordene al dios Trueno que detenga el diluvio, cosa que ocurre de un modo tan repentino que el hombre muere cuando la embarcación golpea el suelo, mientras que sus dos hijos se salvan en el interior de la calabaza y son los únicos supervivientes de la catástrofe.
Se casan y la muchacha da a luz una «bola de carne». La cortan en pedazos y suben por la escalera que llega hasta el cielo. Después, un soplo de viento transporta los trozos de carne hasta los cuatro rincones de la tierra, donde se transforman en personas que repueblan el planeta.