El espíritu y el más allá

En todas las mitologías existe una tendencia a asociar el mundo visible de la vida cotidiana con una esencia invisible que podría denominarse «alma» o «espíritu», y en el caso de objetos potentes, como el sol, ese alma o espíritu suele concebirse como deidades especialmente poderosas. También se atribuye un alma a la luna, a la tierra y a ciertos rasgos espectaculares del paisaje, como las montañas, los lagos o incluso los árboles de gran tamaño.

En muchos casos, se imagina la contrapartida espiritual e invisible del mundo cotidiano como un lugar distinto. En la mitología melanesia, ciertos acontecimientos se reflejan en un mundo subterráneo. En la tradición celta se habla del Otro Mundo, un lugar mágico, misterioso y peligroso al que se accede por cuevas o lagos, y que en algunas versiones está situado en occidente. A pesar de los riesgos que arrostran los mortales al aventurarse en el mundo oculto, se describe como un paraje de felicidad ilimitada y de eterna juventud.

El alma humana suele considerarse el doble del cuerpo visible, por lo general invisible, y en algunas mitologías se la denomina «sombra». En el folclore germánico aparece con frecuencia este extraño «doble» o doppelgäger, que tiene la desconcertante costumbre de manifestarse repentinamente, muchas veces a gran distancia de su contrapartida material. Los africanos creen que las brujas infligen heridas e incluso la muerte atacando el alma de sus víctimas, con lo que su cuerpo físico sufre daños paralelos.