Quizá es en Mesoamérica donde adquiere mayor relieve el motivo de la catástrofe planetaria. Según las tradiciones aztecas, el prolongado enfrentamiento entre las deidades asociadas con cada uno de los cuatro cuartos del universo conlleva una serie de cataclismos. La primera era concluyó cuando los jaguares devoraron el mundo, la segunda con un terrible huracán, la tercera con un incendio y la cuarta con un diluvio. En la actualidad nos encontramos en el quinto mundo, que será devastado por terremotos.
Según la versión de este mito que cuentan los hopis, el primer mundo fue destruido, en castigo a las ofensas de la humanidad, por un fuego devastador que vino desde arriba y desde abajo. El segundo mundo acabó cuando el globo terrestre se desvió de su eje y todo quedó cubierto por el hielo. El tercero finalizó con un diluvio universal. El mundo actual es el cuarto, y su destino depende de que sus habitantes actúen en concordancia o discordancia con los planes del creador.
En algunos mitos, la catástrofe universal se considera un castigo que infligen merecidamente los dioses por la estupidez o la maldad de la humanidad. El relato hebraico de Noé y el Arca es una versión muy conocida de esta idea: Noé y su mujer, junto con los animales que salvan, son los únicos supervivientes del gran diluvio que provoca Dios en castigo por los pecados del mundo. Esta historia refleja un relato asirio-babilónico (del que probablemente deriva) sobre un desastre cósmico en el que Utnapishtim ocupa el papel de Noé y tras su aventura se hace inmortal. En la mitología griega, Zeus envía una gran inundación para castigar a la humanidad por las fechorías del titán Prometeo, cuyo hijo, Deucalión, construye un arca y sobrevive junto a su mujer, Pirra, para restablecer la raza humana.