La aparición de los males por obra y gracia de Pandora se refleja en muchas otras tradiciones mitológicas. En la de Polinesia, por ejemplo, se relaciona el origen de la muerte con la creación de la primera mujer.
Según una versión maorí, Tane, dios de las selvas y los árboles, formó a la primera mujer con arena de la isla de Hawaiki. Ella le dio una hija llamada Hine-titama o Doncella del Alba, y el dios se casó también con ella, pero la Doncella del Alba no sabía que Tane fuera su padre, y al descubrirlo, huyó a los infiernos. Tane la persiguió, pero la muchacha le dijo que «había cortado el cordón del mundo» y que a partir de entonces permanecería en los infiernos y empujaría a los hijos humanos de Tane al reino de la oscuridad.
Así se originaron la muerte y la prohibición del incesto.
Según un mito de los chochones de Norteamérica, la muerte surgió a causa de una discusión entre Lobo, la divinidad creadora, y Coyote, el embustero. Cuando Lobo dice que cualquiera que muera puede volver a la vida si se le dispara una flecha por debajo, Coyote responde que si todos vivieran, al cabo de poco tiempo no habría suficiente espacio en la tierra. Lobo replica proponiéndole a Coyote que su hijo sea el primero en morir, y Coyote, atrapado en su propia lógica, reconoce que la pérdida de la vida es irreversible.
Un mito inuit (esquimal) refleja la necesidad ecológica de la muerte (cuyo origen se asocia también en este caso con una mujer). Según el relato, durante mucho tiempo no existió la muerte y las personas rejuvenecían periódicamente; pero la población aumentó hasta tal punto que la tierra corría el riesgo de volcarse y arrojar a todos al mar.
Al ver el peligro, una anciana pronunció unas palabras mágicas para conjurar la muerte y la guerra, el mundo se aligeró y así se evitó una catástrofe universal.