Ahora podemos volver a la pregunta que se planteaba al principio de la Introducción: ¿cómo se explica la atracción que sigue ejerciendo el mito?
Un campo fértil para la creación de mitos es el tipo de sociedad de pequeña escala en la que las personas son más o menos iguales y en la que existe una especialización ocupacional o una estructura de clases escasa. Lo más cercano al especialista en estas sociedades viene representado por el chamán, el experto en explorar los mundos invisibles situados por encima y por debajo de los dominios humanos y en ofrecer a todos la sabiduría y el conocimiento que adquiere en tales lugares. En cierto sentido, la tarea del chamán se asemeja a la del científico moderno, pues se basa en la acumulación de experiencia que obtiene directamente mediante la experimentación, y también a la del sacerdote, que se ocupa de los dominios del espíritu. Pero el chamán posee asimismo una libertad creativa que no caracteriza ni al científico ni al sacerdote de nuestra sociedad, sino que más bien pertenece al artista. El mundo del mito tiene su origen en el arte científico y religioso del chamán, y su aspecto más destacado es el del juego.
Los cambios de forma (como los relatos de los inuit sobre hombres que se transforman en osos polares) ejemplifican este espíritu lúdico. A medida que las mitologías fueron configurando una casta de actores divinos con funciones especializadas, la transformación lúdica podía ser un rasgo caracteriológico general (como en el caso de los distintos miembros del panteón griego) o especializarse en el papel del embustero (el coyote o el cuervo entre los indios norteamericanos, Loki entre las divinidades nórdicas, Eshu o Elegba entre los pueblos del África occidental). En otros lugares de África, el embustero se ha domesticado y ha adquirido la forma de un personaje de cuento, la astuta liebre, figura que también aparece en el conejo Brer de la tradición oral de la América negra.
En mi opinión, el juego creativo constituye la esencia misma de la invención de mitos. Aunque éste cambia y se desarrolla sin cesar, nunca pierde el contacto con sus raíces, que se adentran en la experiencia del chamán tribal. Como esta experiencia se centra en las interconexiones entre todos los aspectos de la vida -visibles e invisibles, terrestres y celestes, humanos, animales, vegetales y minerales-, el mito sólo puede tener un carácter global, un alcance cósmico y, por consiguiente, registra y transmite el significado en el sentido más profundo. Pero tal significado, al provenir de una tradición humana mundial irrevocablemente igualitaria (no jerárquica y no autoritaria), juega con el oyente o el lector en lugar de imponerse. En esto radica, en mi opinión, el secreto de su atracción, universal e imperecedera.