En muchas partes del mundo se construyen las casas siguiendo el trazado mitológico del universo. Tal es el caso de las culturas de los isleños del sureste asiático.
En la casa típica de esta región, el lado izquierdo representa el infierno y el derecho el mundo superior o cielo. Para los ngaju dayak, quienes reconocen los cuatro «puntos cósmicos», el centro de la casa representa el Árbol de la Vida, el eje vertical que une los tres mundos. Entre los habitantes de las selvas amazónicas, las casas también se construyen según un modelo cósmico, y lo mismo podría decirse de las tiendas redondas y los postes centrales de las tribus nómadas de Siberia.
Los dogones de Mali construyen sus casas a modo de representación del dios creador Nommo en forma humana, pero las aldeas son cuadradas, y entonces representan la tierra y los cuatro puntos cardinales, u ovales, en cuyo caso figuran el cielo y el huevo cósmico. Ambas versiones van siempre emparejadas, como símbolo de la divina hermandad de cielo y tierra.
En el budismo tántrico (erradicado de su país de origen, la India, en el siglo XIII por los invasores musulmanes, si bien se mantuvo en el Tíbet) el mandala, diagrama cósmico, es el centro de la meditación y representa un palacio de los dioses. «Pacífico» o «colérico», el palacio está compuesto por la luz radiante de cinco colores, o por calaveras de cuyos orificios salen humo negro y un hedor y unas chispas terribles. En el interior de los cuatro patios del mandala se ejecutan los ritos de la pacificación (blanco, al este), el enriquecimiento (amarillo, al sur), el control (rojo, al oeste) y la destrucción (verde, al norte). En el centro, azul como el espacio más profundo, se alcanzan los ritos supremos de la iluminación.