Una de las ventajas de los trabajos de campo que realizan actualmente antropólogos y folcloristas consiste en que ya no se consideran los mitos y cuentos populares equivalentes primitivos de los textos impresos, como ocurría en el siglo XIX.
Por el contrario, gracias a las investigaciones sobre las múltiples sociedades rurales y tribales del mundo entero en las que los mitos siguen «vivos» se ha comprendido el carácter cambiante y dinámico de la narración oral. En cierto sentido, cada vez que se cuenta un mito o un cuento popular, se produce una nueva creación. El momento de la composición coincide con el momento en que se cuenta: un poema se compone durante la actuación, no para ella.
Lo anterior no equivale a decir que el poema, el cuento o el mito se creen por entero de la nada. Se extraen de una almacén de ideas e imágenes originadas en incontables actuaciones anteriores, que existen en la memoria del narrador, pero no sólo en la suya, sino en la de todos aquellos que lo escuchan y participan en la narración, ya que la producción del mito y el cuento popular en el transcurso de la narración no es sólo tarea de un individuo, sino de todo un grupo.
El «público» suele participar en la creación de relatos mediante preguntas y comentarios que estimulan la memoria y la imaginación del narrador, circunstancia que comprendí al participar en esta actividad con un grupo de fipas del suroeste de Tanzania, en África oriental.