En numerosos sistemas mitológicos, a la estancia del alma en el reino de los muertos le sigue cierta forma de rejuvenecimiento.
En África, la creencia más extendida consiste en que las almas renacen en el seno del mismo grupo o clan al que pertenecieron en la vida anterior, y en las civilizaciones influidas por la filosofía hinduista y budista en que la reencarnación depende de la conducta de la persona en las vidas previas: los buenos son destinados a castas o grupos sociales superiores, los malos o un estatus inferior o a convertirse en animales. A la inversa, los animales especialmente virtuosos pueden reencarnarse en seres humanos.
Capturar el alma
Los habitantes de las selvas de Sudamérica y de las islas del sureste asiático creen que el alma habita en la cabeza de los seres humanos y que se puede capturar el alma de otra persona cortando esta parte de la anatomía y sometiéndola a ciertos ritos.
De aquí deriva la costumbre de los cazadores de cabezas y la abundancia de mitos sobre el tema. El canibalismo de Sudamérica puede tener un carácter igualmente agresivo, pero también sirve para asimilar las cualidades espirituales vitales de los parientes difuntos.