En muchas tradiciones, la creación es posible gracias a la muerte como sacrificio.
En la mitología china, el gigante Pangu da su vida para que pueda existir el mundo. Agotado por la tarea de separar el cielo y la tierra, Pangu se tiende a descansar y muere, y las diversas partes de su cuerpo se transforman en los múltiples rasgos de los cielos y del paisaje de la tierra.
Este relato se asemeja a un himno védico de la tradición india que narra el sacrificio de Purusha, un ser primordial. A continuación, las partes de su cuerpo se convierten en los múltiples componentes del universo, como dioses, hombres y animales.
Según los habitantes del Sáhara, el mundo fue creado con los anillos de la serpiente cósmica Minia, primera creación de Dios, que fue inmolada, acontecimiento que se rememora en la región con sacrificios de animales aún en la actualidad. En la mitología asirio-babilónica existe un drama cósmico parecido:
Marduk, rey celestial, mata a la serpiente Tiamat, principio femenino del caos, divide su gigantesco cuerpo y con una de las mitades construye la bóveda celeste y con la otra la tierra sólida.
En la mitología noruega, los tres dioses creadores matan a Ymir, el gigante primordial, bisexual, y forman la tierra con su cuerpo, el mar con su sangre y el cielo con su cráneo.