El universo mítico tiene una estructura lateral y otra vertical. En las antiguas tradiciones del mundo entero se describen los cuatro cuartos que se corresponden con los puntos cardinales (este, oeste, norte y sur) como divisiones fundamentales del espacio horizontal.
El mandala tibetano (véase ilustración, derecha) es una representación pictórica de la misma idea. A veces se añade otro punto -el centro, o «aquí»-, con lo que se obtienen cinco partes, como en China, la Irlanda celta y América del Norte y del Sur. En estas tradiciones se pensaba que el «centro» abarca las dos direcciones verticales, «arriba» y «abajo», con lo que el universo adquiere seis dimensiones espaciales.
En la mitología del Mediterráneo oriental y del norte y oeste de África, el universo estaba formado por cuatro sustancias elementales: aire, fuego, tierra y agua.
En la mayoría de las tradiciones del Sáhara y del África occidental cada uno de los cuatro puntos cardinales se asocia con uno de estos elementos: el este con el fuego, el oeste con el agua, el sur con el aire y el norte con la tierra. En las tradiciones del Mediterráneo oriental, así como en las de los dogones de Mali, en África occidental, los elementos tienen una situación distinta, y el aire está vinculado al este y el fuego al sur.
La teoría de los elementos también forma parte de la antigua cosmología china, en la que aparecen cinco (madera, fuego, tierra, metal y agua), cada uno de ellos asociados con uno de los cinco puntos («centro», norte, sur, este y oeste).