Los orígenes de la desgracia

Tanto si el mundo cobró vida por casualidad como por voluntad divina, una vez creado se lo considera sujeto a cambios arbitrarios en todas las mitologías. La causa de acontecimientos impredecibles se atribuye en muchos casos al capricho de unas deidades motivadas por emociones en apariencia tan humanas como el deseo sexual, la cólera o los celos.

En la mitología egipcia, el violento dios Set creó la destrucción en la tierra al matar a su hermano Osiris, de cuya fama estaba celoso. El odio de la diosa griega Eris («disensión»), ofendida porque Zeus no la había invitado a la boda de Tetis, ninfa del mar, con un mortal, Peleo, desencadenó de forma indirecta la guerra de Troya, contienda en la que una complicada serie de acontecimientos cuyos principales protagonistas son seres divinos movidos por motivos bajos provocan grandes sufrimientos y pérdida de vidas.

La mitología griega nos transmite un mensaje similar en el relato de la aparición del mal en el mundo, bajo la forma de enfermedad y muerte, que también se consideran resultado de una larga lucha entre seres sobrenaturales (Zeus y Prometeo en este caso).

El mito explica asimismo la creación de la primera mujer, Pandora, que le sirvió a Zeus para igualar a Prometeo. Enviada con una vasija sellada (o «caja») al hermano de Prometeo, Epimeteo, que la presenta a la sociedad humana, Pandora abre la vasija fatal aguijoneada por la curiosidad y recaen sobre el mundo todos los males que contiene, las enfermedades entre ellos, y sólo queda dentro la esperanza. En este mito, Prometeo se muestra como promotor de la civilización humana.