Unos seres sobrenaturales concretos también se ocupaban de las diferentes regiones del cosmos. En China se representaba a Fuxi, divinidad creadora, con cuatro caras, cada una de las cuales vigilaba uno de los cuatro puntos cósmicos (norte, sur, este y oeste).
En la Centroamérica precolombina, cada uno de los cuatro cuartos del universo tenía su propio señor espiritual: el este, el Tezcatlipoca rojo (también llamado Xipe Totec, el dios desollado), el sur su homólogo azul, el oeste el señor blanco (o Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada) y el norte el Tezcatlipoca negro (Señor del Cielo Nocturno).
Existe un paralelismo en la tradición hebraica, en la que se asocia el este con el arcángel Rafael, el oeste con Gabriel, el sur con Miguel y el norte con Uriel.
La división tripartita del cosmos en regiones superior, media e inferior requería asimismo unas divinidades concretas que se responsabilizaran de ellas. En la mitología egipcia, Osiris se encargaba del infierno, Geb de la tierra y la diosa Nut del ciclo. En la griega, Hades equivalía a Osiris; Pan, provisto de cuernos y pezuñas, gobernaba el reino terrestre de la naturaleza silvestre, y Zeus era rey del cielo, que se asociaba con la cima del monte Olimpo.