El interés de relatos como el de la creación o el del diluvio para la mitología comparativa reside en que recoge algunos de los temas sobre la creación más extendidos por el mundo entero: la masa de agua ilimitada, por ejemplo, es una de las imágenes sobre un mundo venidero que más se repiten.
La gigantesca calabaza nos recuerda el motivo del huevo cósmico, y el hermano y la hermana d de los padres primigenios. El árbol que los reúne trae ecos del axis mundi o Árbol de la Vida que vincula los tres mundos en numerosas mitologías. Por último, la división de la «bola de carne» (que nos lleva una vez más a la imagen del «huevo cósmico») refleja el sacrificio primigenio que señala en muchas culturas la creación de un mundo reconocible.
Los chewong de las selvas tropicales malayas, que como otros pueblos del sureste asiático suscriben la idea de un universo de múltiples niveles, creen que cada cierto tiempo, su propio mundo, que ellos denominan la Tierra Siete, se vuelve del revés, de modo que todo lo que habita sobre él queda destruido o se ahoga, pero gracias a la mediación del dios creador Tohan, la nueva superficie llana de lo que anteriormente constituía la cara inferior de la Tierra Siete se transforma en montañas, valles y llanuras. Se plantan árboles y cobran vida otros seres humanos, nuevos.
El volcamiento del mundo no es el único desastre cósmico que se relata entre los chewong: también pueden producirse diluvios cuando alguien comete el pecado cardinal de reírse de los animales. Esta fechoría molesta a la Serpiente Original que mora bajo el mundo humano y que cuando se mueve, colérica, hace que las aguas primigenias aneguen al pecador.