Había multitud de conjuros mágicos para combatir las heridas producidas por serpientes y escorpiones, que no podían tratarse médicamente. Algunos iban acompañados por narraciones de mitos en los que aparecían estos animales.
En uno de ellos se cuenta que Isis huyó del taller en el que la había confinado Set para que tejiese una mortaja para Osiris y que se dirigió a Chemis, donde criaba en secreto a su hijo Horus, escoltada por siete escorpiones, a los que ordenó que fueran discretos. Al aproximarse a una población, una mujer rica vio el extraño cortejo y cerró la puerta de su casa. La mujer de un pescador acogió a Isis, pero los escorpiones se ofendieron por la actitud de la mujer rica hacia Isis y uno de ellos se deslizó en su casa, picó a su hijo y el veneno provocó un incendió en la vivienda.
La mujer recorrió las calles, gimiendo angustiada, e Isis formó una tormenta para que extinguiese el fuego. Se apiadó del hijo de la mujer que, por implicación, se identificó con su propio hijo, Horus, pronunció un conjuro mágico y curó al niño, cuya madre lamentó haberle cerrado su puerta a la diosa. Arrepentida y agradecida, entregó sus bienes a la mujer del pescador.
Esta historia tiene un fuerte sabor moralizante y subraya el hecho de que la generosidad conlleva su recompensa y que se encuentra más fácilmente entre los pobres y marginados que entre los ricos. La tormenta, casi antinatural en un país sin lluvias como Egipto, muestra que el orden de las cosas puede perturbarse gracias a un acontecimiento desfavorable. Algunos conjuros mágicos incluso presentan la amenaza de que el sol deje de aparecer y que las estaciones no se sucedan si no se obtiene el efecto deseado.