El ave benu también guardaba relación con el culto solar de Heliópolis. En el arte egipcio, se la representaba como una garza real, pero hay referencias a ella como ave fénix, símbolo por tanto de la resurrección (en otras mitologías, resurge de las cenizas de su propia pira funeral).
En un papiro del siglo XIII a. C. se representa al ave Benu, venerada en Heliópolis como la primera deidad, los griegos la identificaban con el ave fénix, que se quema cada medio siglo y renace de sus cenizas.
En Heliópolis, el ave Benu se muestra posándose en el extremo de una piedra menuda en forma de pirámide, el benben. Esta dio pie a las impresionantes parejas de obeliscos que se alzaban ante los altos pilónos protectores a la entrada de los templos.
Consagrados al dios solar, sus extremos piramidales estaban a menudo embellecidos de oro, plata o electrum (una aleación natural de oro y plata), para que pudieran captar y reflejar los primeros rayos del sol, el dios Ra-Harajte, que "se alza en su horizonte".
Muchos de estos obeliscos desaparecieron de Egipto desde fines de la Edad Antigua, y hoy día adornan algunas capitales modernas, donde reciben erróneamente el nombre de "Agujas de Cleopatra", pese a ser mucho más antiguos y no tener nada que ver con esta última faraona egipcia, que acabó suicidándose en agosto del año 30 a. C.