LA DESTRUCCIÓN

Luego de la creación del mundo y el hombre, proliferaron los dioses; muchos de ellos estaban estrechamente emparentados entre sí, como los 12 dioses del Olimpo en la mitología griega. Y, del mismo modo que en la tradición cristiana, existe una historia de destrucción.

El hombre estaba demasiado ocupado consigo mismo y estaba olvidando a los dioses, a quienes no les presentaba las ofrendas debidas. Ra, jefe de los dioses, consultó a los demás para ver cómo castigar al hombre y obligarlo a proseguir con las observancias religiosas.

Convinieron en enviar a la tierra a Sejmet, diosa con cabeza de león, que representaba el vigor del sol del mediodía y era por tanto la personificación del mal, capaz de matar al hombre. Allí emprendió una matanza indiscriminada, complacida al saborear la sangre.

Los dioses quedaron horrorizados al descubrir el resultado final, la extinción de la humanidad, pero Sejmet mostraba una auténtica lujuria sanguinaria que no parecía tener fin.

Finalmente los dioses consiguieron torcer sus planes mediante un engaño: anegaron un campo con un bebedizo rojo (jakadi) que parecía sangre, pero estaba formado con una mezcla de cerveza fuerte.

Sejmet se sació con él y cayó en un profundo sopor. Al despertar, la matanza había concluido y el hombre había aprendido la lección de no desatender a los dioses.