En muchos casos, las diosas de la mitología egipcia inspiran más temor que las deidades masculinas y envían la guerra o la destrucción contra quienes las encolerizan.
Entre ellas destaca Neith, la Gran Madre, cuyo principal centro de culto se encontraba en Sais.
Se le asociaba con la guerra y la caza y su símbolo era un escudo con dos flecha cruzadas.
También era una deidad creadora, que surgió del Nun para crear a dioses y hombres, y al escupir en aquel abismo acuoso, de su saliva nació Apep, la serpiente del caos. Era asimismo madre de Sobek, el dios-cocodrilo.
En el enfrentamiento entre Horus y Set, los dioses escriben a Neith para pedirle consejo y la diosa responde con la amenaza de provocar el derrumbamiento del cielo si no se aceptan sus recomendaciones.