El mito más importante al que los egipcios prestaron atención y con el que mayores afinidades tenían era el de Osiris y su esposa y hermana Isis. Como ocurre tan frecuentemente, se trata de una historia de celos, el enfrentamiento del mal contra el bien, las adversidades que tiene que afrontar el bien y el triunfo final de éste sobre el mal, que conduce invariablemente a algún tipo de recompensa, la vida eterna, etc.
Este argumento es un potente aspecto de tantos mitos del mundo antiguo (y del mundo moderno) que es difícil localizar con acierto sus orígenes, aunque algunos indican que Osiris era un dios que llegó a Egipto desde la región del Creciente Fértil en el antiguo Oriente Próximo.
Osiris, el dios bondadoso, tenía un hermano celoso, Set, que se las ingenió para matarlo mediante un engaño. Para celebrar el retorno de su hermano Osiris de una visita al extranjero, Set organizó una gran fiesta en palacio, en el curso de la cual los criados de Set trajeron un arca magníficamente decorada. Set propuso que todos los invitados se tumbaran en ella y que, si alguno cabía a la perfección, obtuviese el estupendo objeto.
Todos lo intentaron, pero fracasaron por ser demasiado altos, bajos, gruesos o delgados (el motivo presenta alguna semejanza con el mito griego tardío de Teseo y el gigante Procusto, que "adaptaba" a quienes dormían en su cama cortándoles las extremidades o estirándoselas hasta que encajaban correctamente). Al final, Set convenció a su hermano Osiris para que se uniera al juego y midiera el arca. Como es natural, Osiris encajó a la perfección en ella, puesto que Set la había confeccionado a su medida. A una señal de Set, sus partidarios se precipitaron en la sala, obligaron a salir a los seguidores de Osiris, sellaron la tapa del arca, que se convirtió en el féretro de Osiris, y lo lanzaron al Nilo.
El arca que contenía el cuerpo de Osiris flotó hasta el mar y apareció en la playa de la ciudad de Biblos, en el Líbano. Al llegar cerca de una fuente de agua dulce que discurría hacia el mar, el arca quedó enredada entre las raíces de un árbol enorme, que fue creciendo y encerró en su tronco el arca-ataúd. El rey de Biblos vio el fantástico árbol y lo mandó talar para convertirlo en la columna central de su nuevo palacio.