Serpientes y escorpiones suponían algo más que peligros cotidianos: encarnaban las potencias del caos que amenazaban el orden del mundo. Al igual que otros seres a los que se consideraba enemigos, por lo general vivían en el desierto y la persona a la que mordían o picaban quedaba expuesta a riesgos preternaturales.
Existe un texto literario que ilustra el vínculo de las serpientes con los márgenes del cosmos. Habla de un funcionario del gobierno cuyo barco naufraga en el mar Rojo y llega a una isla fabulosa. Oye un terrible estrépito y ante él aparece una enorme serpiente, posiblemente con cabeza humana. Sin duda se trataba de un dios, y el hombre se desmayó de la impresión. La serpiente lo cogió con la boca y lo llevó a un lugar seguro, donde el hombre le contó que todos sus compañeros de viaje habían perecido en el naufragio, y la serpiente le contó a su vez que un día, al volver a su casa, encontró a las 74 serpientes que componían su familia reducidas a cenizas por la acción de una estrella fugaz y que se encontraba completamente sola.
La historia desprende una moraleja de resignación: que se deben soportar las pérdidas con fortaleza. Pero el número 74 posee un significado más profundo: se refiere a las 74 manifestaciones del dios del sol que se consumieron en el holocausto final de la creación. La forma serpentina del dios vive en un mundo más allá de la creación, y al encontrarse con él, el viajero se situaba fuera del tiempo.
Si se podían dominar las serpientes y los escorpiones en este mundo, resultaban beneficiosos. Hubo dos reyes que se llamaban Escorpión y Serpiente, pero en época posterior los poderes de estos seres empezaron a asociarse fundamentalmente con diosas, a las que podía designarse con el jeroglífico de una serpiente. La principal diosa-escorpión era Selket, protectora de los nacimientos y de los cadáveres momificados durante el enterramiento. Algunas diosas-serpientes se asociaban con lugares en las que abundaban estos animales; Renenet, diosa de la cosecha, con los sembrados y graneros, y Mertseger, diosa de la Cumbre Tebana, con el desierto.