El ba era el aspecto espiritual de un individuo, por lo general representado como un ave con cabeza humana. El ba de un difunto podía moverse por los infiernos y volver a la tierra de día.
Por lo general, los héroes humanos de los relatos egipcios no son guerreros, sino magos o maestros-sacerdotes, hombres que estudiaban los libros de magia que se guardaban en los templos.
En un papiro fechado a mediados del II milenio a. C. aparecen varias narraciones sobre sus hazañas mágicas: por ejemplo, un maestro-sacerdote dio vida a un cocodrilo de cera para que matara al amante de su mujer, y otro mago, un simple aldeano, domesticó un león y volvió a unir la cabeza con el cuerpo de un ganso decapitado.
El ciclo sobre el príncipe Setna Khaemuese, de época posterior, cuenta la rivalidad entre los sacerdotes-magos de Egipto y los hechiceros de Nubia. El auténtico Setna Khaemuese era hijo de Ramsés II (h. 1279-1213 a. C), y en calidad de sumo sacerdote de Ptah estudió y restauró varias pirámides y enterramientos de Giza, actividades que debieron de granjearle fama de mago.
Según este ciclo, un jefe nubio desafía al faraón a encontrar a un hombre capaz de leer una carta sin abrirla. Lo consigue Siosire, el joven hijo de Setna, y la carta dice lo siguiente: «Hace mucho tiempo, el hechicero de un rey nubio dio vida a cuatro figuras de cera que secuestraron al monarca egipcio y le propinaron quinientos golpes antes de devolverle a su palacio.
La humillación fue vengada por un egipcio llamado Horus, hijo de Paneshe, que trató del mismo modo al rey nubio y después venció al hechicero nubio en una competición de magia y le desterró de Egipto durante 1.500 años.»
Una vez leída la carta, el jefe nubio declara que él es el hechicero, que ha regresado para vengarse y Siosire revela que él es Horus, hijo de Paneshe. El egipcio derrota al nubio y vuelve a los infiernos.