Una de las historias más duraderas de la mitología sudamericana es la leyenda de El Dorado. Originaria de los Andes de Colombia, de la zona de los pueblos muisca (chibcha), el mito está basado en una realidad histórica.
Los rituales chibcha, que dieron lugar a las fantasías europeas, tuvieron lugar originalmente en el lago colombiano conocido como Guatavita, en una ceremonia que se celebraba con motivo del acceso al poder de un nuevo ¡efe.
Tras un periodo de reclusión en una caverna, el ¡efe realizaba un peregrina¡e al lago para hacer ofrendas a la deidad. Al llegar a la costa del lago, el futuro cacique se desgarraba la ropa, untaba su cuerpo con resina pegajosa sobre la que se soplaba una capa resplandeciente de polvo de oro.
Acompañado por cuatro de sus jefes subalternos, todos adornados con joyería de oro, el cacique entraba en el lago sobre una balsa, también muy engalanado, y con cuatro calderos en los que se quemaba incienso sagrado. Mientras se alejaban, los que estaban en la orilla tocaban flautas, trompetas y cantaban. Cuando la balsa llegaba al centro del lago, se hacía el silencio, y el nuevo ¡efe tiraba su oro al lago, al igual que sus compañeros. Al volver a la costa, era recibido como nuevo cacique.