LOS CIELOS SOBRE MISMINAY

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En la aldea andina de Misminay, de lengua quechua, a unos 25 kilómtros de Cuzco, las constelaciones animales y la Vía Láctea continúan ejerciendo gran influjo en nuestros días sobre el pensamiento mitológico y cosmológico.

En Misminay se considera el río Vilcanota no sólo reflejo terrestre de la Vía Láctea, o Mayu, sino parte integrante del reciclado cósmico del agua que fluye entre la tierra y el cielo, de donde vuelve a caer a la tierra en forma de lluvia. Considerada asimismo centro de la esfera celeste, la Vía Láctea se mueve de tal manera en el transcurso de 24 horas que parece formar dos ejes cruzados que dividen los cielos en cuatro partes, cada una de las cuales se denomina suyu. Estos cuatro cuartos constituyen una red celeste que permite a los habitantes de Misminay calcular y caracterizar los fenómenos astronómicos.

La división cuatripartita de los cielos no es un fenómenos aislado, sino que se integra en un mundo más amplio, como equivalente celeste de la división cuatripartita de la aldea, dividida en cuadrados por la intersección de dos grandes senderos y los dos canales de riego mayores que discurren en paralelo a éstos. Los senderos y canales coinciden en una capilla, el Crucero, nombre que recibe asimismo el punto del cielo en el que se encuentran los dos ejes celestes.

El cronista Polo de Ondegardo escribía en 1571 que, en el pensamiento inca, todas las aves y otros animales tienen un reflejo en el cielo, responsable de la procreación y del sustento de sus equivalentes en la tierra. Una característica de la astronomía de Misminay, que recuerda creencias incas anteriores, es el reconocimiento de las constelaciones de «nubes oscuras», como la Llama Adulta, la Llama Pequeña, el Zorro, el Sapo, el Tinamú y la Serpiente, conocidas colectivamente como Pachatira, reflejo de su vínculo con Pacha Mama, madre de la tierra, y con la fertilidad terrenal. Así, cuando Centauro Alfa y Beta («los ojos de la llama») salen antes del amanecer a finales de noviembre y diciembre, paren las llamas terrenales.

Las constelaciones de la «nube oscura» también revisten importancia por su relación con la estación de las lluvias y con las condiciones atmosféricas en general. La constelación de la Serpiente, por ejemplo, es visible en el cielo durante la estación de las lluvias, pero en la seca está «bajo tierra», es decir, bajo el horizonte. En el pensamiento quechua, tal circunstancia se corresponde con la aparición del arco iris (concebido como una serpiente multicolor), que brota de la tierra después de una tormenta.

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