Como dos ruedas dentadas y encajadas, los 260 días del calendario sagrado se entretejían con los 365 del calendario solar, dando lugar al «Calendario Redondo». El ejemplo que ofrecemos procede del calendario maya: a cada día del total de 18.980 (52 años) le correspondía una fecha única.
Este calendario dual era un complejo sistema para medir el tiempo y para la adivinación: cada día y mes tenía su propia deidad protectora, que influía sobre personas y acontecimientos. El calendario solar comprendía 18 meses de 20 días cada uno, más cinco jornadas desfavorables (uayeb). El último (20.°) día de cada mes solar se consideraba una época en la que ya se notaba el influjo del siguiente mes, y los mayas designaban «día 20» al último día del mes en curso o al «asiento» del mes siguiente. Así, por ejemplo, el «asiento de Pop» precedía al «Pop Uno» y el día 20.° de Pop era el «asiento de Uo».
Además de medir el tiempo cíclico, los mayas seguían la «Cuenta Larga» de los años con la que fijaban linealmente una flecha desde un punto de partida mítico: 4 Ahau 8 Cumku, o 3113 a.C. Este concepto de tiempo histórico se basaba en unidades de años de 360 días o tuns. El calendario cíclico tenía gran antigüedad cuando los mayas lo adoptaron, y es posible que se desarrollara un calendario agrícola en época prehistórica, con una unidad básica de 20, el número de dedos de las manos y los pies humanos.
Los sacerdotes empleaban un ciclo de 260 días ya en el período olmeca, y los mayas adoptaron y refinaron el sistema. Quizá la cifra de 260 días representase un período importante de la vida para los mayas: el período medio de gestación humana es de 266 días, aproximadamente la misma duración que el ciclo agrícola del Yucatán, por lo que el calendario podría estar vinculado a dos ciclos de fertilidad fundamentales.