La vida religiosa taino se caracteriza por la deificación de los elementos importantes para la existencia diaria.
Su deidad suprema fue Yúcahu -"espíritu de la mandioca"-señor invisible de la fertilidad en la tierra y el mar.
En las representaciones zemí, Yúcahu es mostrado con la boca abierta, para poder comer el suelo y dejar así espacio para los tubérculos de mandioca. Sus pies están juntos para separar la tierra.
La contrapartida femenina de Yúcahu, y seguramente su madre, era Atabey. En calidad de "madre de las aguas" se asociaba con los arroyos, los estanques y la lluvia necesaria para fertilizar los campos de mandioca.