Las mitologías del Caribe tienen sus raíces en Sudamérica, sobre todo en las selvas lluviosas de las tierras bajas amazónicas. Fue la visión chamánica de estos pueblos la que llegó al Caribe, pero adaptada a las condiciones locales insulares.
Aunque la región se fue poblando en una serie de migraciones, probablemente los pueblos caribeños indígenas estaban siempre en contacto con sus congéneres del continente a través del comercio y las guerras. Había un flujo continuo de ideas e influencias en los estilos de cerámica, lenguaje, costumbres y vestidos, así como en los rituales que convertían sus creencias en acciones. Así se fue formando el peculiar mosaico de gentes y creencias tan característico de la prehistoria caribeña.
La naturaleza geográfica de este collar de islas separadas por amplios brazos de mar impuso limitaciones religiosas, sociales y económicas a la vida de los taino y caribe, aunque muchos elementos conservaron su carácter sudamericano, sobre todo en el concepto compartido de un mundo poblado de espíritus y de seres ancestrales. Tanto las sociedades del Caribe como las de Sudamérica consideraban los árboles como escaleras simbólicas y míticas, un puente entre los cielos y la tierra, que proporcionan el material tanto sobrenatural como físico para hacer las canoas y ataúdes para los muertos. En ambas regiones, los árboles eran seres ancestrales que recorrían la tierra de noche.
A pesar de esta unidad subyacente, las islas del Caribe no eran tan ricas en flora o fauna como Sudamérica. En respuesta a ello, los amerindios adaptaron no sólo sus costumbres referentes a la caza, recolección y alimenticios, sino también los hábitos espirituales. Sustituyeron a los depredadores poderosos, como el jaguar y el águila arpía, por animales locales, en un ejemplo de la llamada "sustitución mítica". Parece que los perros reemplazaron al jaguar en muchos casos, sobre todo debido a las similitudes entre los colmillos de ambas especies y en parte también porque en la Amazonia algunos perros se identifican con los jaguares.
Otros animales, tanto insulares como continentales, conservaron su importancia mítica. Los murciélagos, por ejemplo, desempeñaban un papel significativo en el mito amazónico, como las ranas, y ambos aparecen representados en los zemís caribeños.
Los chamanes del Caribe no se distinguían demasiado de los de Sudamérica y Mesoamérica. Los chamanes taino esnifaban polvo alucinógeno de cohobo, para entrar en trance, se elevaban en vuelo espiritual con la ayuda de aves míticas y curaban enfermedades según la antigua tradición de sus congéneres de tierra firme. También existían ciertos vínculos cosmológicos que favorecían un comercio del oro, aleaciones oro-cobre, y piedras labradas de jade: representaciones simbólicas de un poder fecundador cósmico, capaces de proteger a los jefes locales que las llevaban de adorno.