Los indios supusieron que el caballo era un maravilloso regalo de los espíritus. Lo denominaron «perro espiritual» o «perro medicinal» porque, según escribió en 1541 un español que formaba parte de la expedición del buscador de oro Francisco Vázquez de Coronado, los indios de las llanuras transportaban sus productos con ayuda de los perros. Los utilizaban para acarrear un dispositivo que los franceses denominan travois, compuesto por dos postes largos que en el centro sustentan la carga.
El caballo de las llanuras -descendiente robusto, peludo y de poca estatura de la mezcla de las razas andaluza y árabe representó una liberación para las aldeas agrícolas y los cazadores de la región. Supuso un incremento de la potencia de carga y la movilidad y rápidamente se convirtió en un animal indispensable, para los cazadores y los guerreros.
Aunque utilizado por los guerreros y los cazadores de búfalos, las mujeres de numerosas tribus también fueron propietarias de caballos. El equino y el jinete debían estar ágiles, no sólo para la caza del bisonte, sino para las luchas intertribales, como las incursiones a caballo que se convirtieron en una de las características de la vida de los indios de las llanuras. Los indígenas y los caballos crecían juntos: los niños montaban en ponis, dominando las habilidades ecuestres imprescindibles para la vida adulta. La capacidad de deslizarse por el flanco de un caballo al galope era imprescindible porque en el campo de batalla dicho flanco se convertía en un escudo.
Cazadores y guerreros montaban a pelo o empleaban sillas pequeñas, ligeras y rellenas. Cuando montaban con fines menos concretos, los habitantes de las llanuras utilizaban una pesada silla de madera. Conducían los caballos con riendas de cuero trenzado sin curtir y bocado fabricado con un trozo del mismo material.A comienzos del siglo XIX floreció una nueva y dinámica cultura de las llanuras en la que el caballo fue poderosa herramienta, símbolo de categoría social y riqueza y expresión de orgullo tribal. La posesión de un equino daba prestigio. Algunos jefes guerreros poseían manadas que superaban los mil ejemplares y un grupo de dos mil comanches llegó a tener quince mil equinos. Al contraer matrimonio, el hombre regalaba caballos a la familia de la mujer y los equinos iban al campo de batalla portando los símbolos del guerrero y de la tribu. Al igual que los emblemas bélicos que se pintan a los laterales de los aviones, el caballo podía lucir huellas de cascos que representaban incursiones anteriores y huellas de manos que simbolizaban los enemigos muertos en el combate.