EL WINDIGO

Muchos pueblos autóctonos norteamericanos narran historias de seres temibles capaces de infligir daños y muerte que, con frecuencia, son vencidos por los héroes culturales. Los ojibwas y los cris septentrionales mencionan gigantescos monstruos de hielo caníbales a los que llaman windigos.

Una persona puede convertirse en windigo si se ve obligada a ingerir carne humana para no morir de hambre, riesgo ocasional pero muy real incluso en los bosques boreales ricos en animales de caza. Matar a un windigo se consideraba un acto verdaderamente heroico y a menudo los espíritus acudían en auxilio del héroe. El monstruo tenía ojos saltones, dientes largos y puntiagudos y cuando gritaba era más alto que los árboles más elevados.

El windigo acosaba a los cazadores en la solitaria persecución de alces y otros animales. Los indios suponían que los cazadores que no retornaban al campamento habían sido víctimas de la insaciable codicia de carne humana del windigo. El monstruo podía acechar desde el bosque disfrazado de indio y todo desconocido que llegaba a la aldea era vigilado con suma atención y desconfianza.

Los relatos de los windigos son muy populares y se narran a modo de entretenimiento, como los cuentos de fantasmas entre los no indios. En ocasiones se refieren para recalcar la disciplina ante los niños revoltosos. En otra época los niños indios jugaban a una especie de escondite en el que un supuesto windigo se tapaba la cabeza con hojas y se ocultaba.