Lo sociedad de los indios iroqueses era una democracia, probablemente la primera de la que se tenga noticia en la historia de la humanidad y en la que la mujer participaba activamente tomando decisiones tanto domésticas como políticas. En los principios democráticos del pueblo iroqués se basó Benjamín Franklin para redactar la constitución de Estados Unidos de América
Hace mucho tiempo un grupo de siete niños formaron una organización secreta: por la noche se reunían en tomo al fuego y danzaban al ritmo de los tambores. Un día, el pequeño jefe sugirió hacer una comida en la siguiente reunión ante el fuego. Cada uno debía pedir a su madre algo de comida para llevar al banquete (maíz, carne de venado, mazorcas...) pero las madres rechazaron su petición.
Los pequeños se sintieron muy infelices al no conseguir la comida para el banquete nocturno. Se reunieron junto al lago, en su lugar secreto y el pequeño jefe dijo a sus guerreros que danzasen lo más fuerte que pudieran y que mirasen al cielo mientras lo hacían. También les dijo que no volvieran nunca la vista atrás, ni aun cuando les gritasen sus padres que volvieran a casa. Cogió su tambor y mientras lo golpeaba en tonó una melodía mágica. Así, los muchachos danzaron y danzaron hasta que sintieron que sus cuerpos se elevaban al cielo.
Sus padres les vieron bailar sobre las copas de los árboles y les ordenaron que regresaran. Uno de los jóvenes volvió la vista atrás y se convirtió en una estrella pequeña y parpadeante, al igual que los de más que también se transformaron, quedando prendidas en el cielo. Así, cuando se ven crepitar estrellas en la noche durante los fríos del invierno, se dice que son los pequeños guerreros.