No es del todo correcto hablar de «religiones» o de «sistemas de creencias» de los aborígenes norteamericanos, pues estas expresiones suelen aludir a una vida espiritual formalmente estructurada que se practica junto a la existencia secular cotidiana, de la cual se diferencia.
Cabe destacar que en las sociedades norteamericanas autóctonas las tramas de la vida cotidiana y la espiritualidad están tan entrelazadas que es imposible separar lo sagrado de lo secular. La vida sagrada india trasciende las festividades y las ceremonias comunitarias que marcan los ritmos anuales y los rituales que acompañan la pubertad y otras fases de transición. Para muchos indios, hasta el acto cotidiano más nimio posee significado espiritual.
La vida sagrada de cada nación india es singular y está estrechamente vinculada con el entorno. Se basa en el sentido de la comunidad que cada pueblo desarrolla en relación con el paisaje y el clima locales y con los seres y espíritus que percibe que moran a su alrededor. De todos modos, las tradiciones nativas comparten determinados conceptos y actitudes fundamentales. Creen que el poder espiritual -la «medicina»- reside en las cosas. Todo animal y vegetal, incluso el suelo propiamente dicho, presenta un alma que depende de otras almas. Los ciclos naturales, como las estaciones y la trayectoria del sol y la luna de un extremo a otro del cielo, son pruebas del círculo eterno de la existencia y de la intemporalidad de la creación.
Algunos pueblos ven los poderes que sustentan el mundo como entidades que se revelan con forma de fenómenos naturales, como los vientos, los ríos, el maíz y los búfalos. Los consideran parientes y la vida comunitaria se estructura en torno a los deberes y obligaciones que se tienen con estas relaciones de parentesco. Para otros pueblos, los poderes que controlan el mundo son energías místicas e informes como el Manitú de los algonquinos, el Wakan de los lakotas y el Sila de los inuit de la bahía de Baffin.
Cada pueblo aborigen practica a su manera la relación que sostiene con las entidades cósmicas y el modo en que controla y acumula la «medicina». Algunos individuos buscan activamente el poder que les permite tratar de forma directa con los espíritus y otros la adquieren por el azar del nacimiento o a través de una crisis vital. Empero, cada día todos han de prestar el debido respeto a los espíritus como parte de las obligaciones que tienen con ellos por el mero hecho de estar vivos. La idea del bien y el mal se expresa, sobre todo, en función de si se satisfacen o no las obligaciones hacia los espíritus. El incumplimiento es una señal de falta de respeto y trastoca el equilibrio y la armonía del mundo. La mayoría de las virtudes predicadas por los ancianos -como la sabiduría, la valentía, la generosidad y el desprendimiento- pretenden garantizar el debido respeto a fin de mantener o restablecer el equilibrio cósmico y garantizar la supervivencia de la comunidad.