En la mitología de los navajos existe una clase de dioses denominados Yei, con un papel importante en la creación del mundo y personificados en ciertas ceremonias de curación.
Las máscaras que se emplean en tales ceremonias se fabrican con ciervos a los que se sofoca introduciéndoles polvo de maíz en los ollares para que la piel quede intacta. Se confeccionan durante la celebración de la ceremonia del Cántico Nocturno, en la que los jóvenes navajos se inician en los secretos de los Yei. Las máscaras se consagran y «cobran vida» ritualmente «dándoles de comer» maíz e insuflándoles humo.
El Dios Hablante es el jefe de los Yei, que se manifiestan individualmente (en las ceremonias) o en grupos (en las danzas a las puertas de ta casa de ceremonias u bogan).
El Coyote y el gigante
El coyote es uno de los personajes más populares de la mitología de los nativos norteamericanos. Lo encontramos en el suroeste, en el oeste y en las llanuras centrales, en una amplia gama de papeles: creador, héroe cultural, embustero, hechicero y amante. Su prominencia como espíritu y embustero refleja el carácter mismo del coyote, miembro de la familia canina que aparece desde Alaska hasta Costa Rica. Es astuto y rápido y come casi cualquier tipo de animal o planta. Uno de sus trucos consiste en fingir que está muerto para atraer a los carroñeros y devorarlos. El siguiente mito navajo ilustra a la perfección la astucia del coyote.
Hace mucho tiempo, asolaban la tierra unos gigantes aficionados a devorar niños. Un día, el Coyote atravesaba un paraje rocoso cuando se topó con uno de ellos y decidió darle una lección por su crueldad. Convenció al monstruo, que era muy estúpido, de que le ayudara a construir un pabellón para baños de sudor, asegurándole que le haría tan ágil como él. Cuando el oscuro interior se llenó de vapor, el Coyote le dijo que iba a obrar un milagro: romperse una pata y curarla. Cogió una piedra y golpeó una pata despellejada de ciervo que había metido a escondidas en el pabellón, hasta que se rompió con un fuerte crujido. El gigante tocó la pata rota y, engañado, escuchó al Coyote, que escupió sobre ella y exclamó: «¡Cúrate, pierna!» El gigante tocó la verdadera pierna del Coyote y se quedó atónito al comprobar que estaba ilesa. El Coyote se ofreció a repetir el milagro con la pierna del gigante; el monstruo accedió y se puso a gritar de dolor cuando el Coyote la golpeó con la piedra.
Al poco se rompió y el Coyote le dijo que para solucionar el asunto sólo tenía que escupir sobre ella. El gigante escupió hasta que se le quedó la boca seca, pero el dolor siguió resultándole insoportable. Finalmente imploró ayuda. «Tú sigue escupiendo», le aconsejó el Coyote, que salió de la estancia y dejó al devorador de niños sumido en su dolor.
Otros mitos atribuyen grandes poderes creativos al Coyote: en la versión navaja del mito sobre la «emergencia» de los pueblo, por ejemplo, hay tres figuras creadoras, el Primer Hombre, la Primera Mujer y el Coyote, y cuenta que, cuando emergieron de cuatro mundos subterráneos y vinieron a éste, el Coyote trajo semillas del cuarto mundo y se las dio a las diversas tribus a medida que fueron creadas.