Desde la llegada de sus antepasados a Norteamérica, hace entre 12.000 y 60.000 años, los habitantes aborígenes del continente han desarrollado diversas culturas orales a pequeña escala, muchas de las cuales se conservan en las reservas en las que viven en la actualidad la mayoría de los nativos norteamericanos. Tradicionalmente, y dependiendo en gran medida del terreno, estas sociedades han estado integradas por cazadores nómadas o por agricultores sedentarios.
Para los nativos norteamericanos, la religión impregna todos los aspectos de la vida y de la naturaleza y consideran los mitos como algo sagrado, pues contribuyen a explicar el orden cósmico y social y las relaciones entre dioses y mortales. Espiritualmente, los más importantes son los que detallan las actividades de las deidades, sobre todo los de la creación y los que explican la estructura básica del universo y los orígenes de los seres humanos, la muerte, el maíz y los animales de caza. En muchos casos, tales mitos sólo pueden narrarse en determinadas circunstancias o épocas del año. También revisten gran importancia los mitos «institucionales», que cuentan cómo cobraron vida la cultura y las instituciones humanas, por lo general gracias a la actuación de un héroe cultural primordial que dio las primeras instrucciones a los antepasados humanos. Los mitos «rituales» constituyen la base de las ceremonias sagradas en las que vuelven a representarse los relatos bajo circunstancias prescritas ritual-mente, como las ceremonias de los hopis, en las que se escenifican partes del mito de la «emergencia». Tales mitos destacan especialmente en las sociedades agrarias. Los de «entretenimiento», narrados para distraer e instruir moralmente, están abiertos a mayor libertad de interpretación, y en los más comunes intervienen figuras de embusteros.
De las aproximadamente 300 lenguas existentes en Norteamérica antes de la llegada de los europeos se conservan unas 200, habladas por unos tres cuartos de millón de personas: desde el navajo, con 160.000 hablantes, hasta lenguas en peligro como el chinukan, con sólo 30.