Las tribus más meridionales creían normalmente que algo sobrenatural residía en todo ser creado. Por ello la gente estaba continuamente rodeada por estos seres sobrenaturales que podían hacerse visibles ante los que recorrían las densas selvas o que indicaban su presencia mediante sonidos extraños.
Una de las creencias básicas y típicas era la impotencia del hombre ante su entorno si no contaba con la ayuda del poder mágico de algún ser especial.
Los espíritus malos y buenos poseen el poder de alojarse en todas las cosas de valor social o económico; es posible entrar en comunicación con los espíritus mediante el ayuno, la concentración mental, la auto-mortificación e incluso la tortura, mediante ofrendas y sacrificios, plegarias y hechizos, amuletos y fetiches.