El Padre Cuervo, figura clave en la mitología de los inuit de Alaska, y también en la de sus vecinos indios y siberianos, es la única manifestación clara de un creador personificado para este pueblo.
Tras descender del cielo, el Cuervo creó en primer lugar la tierra firme, después un hombre y diversas especies de animales y plantas y por último una mujer, como compañera del hombre.
También fue maestro, en forma humana: enseñó al hombre y a la mujer a utilizar los animales, a cuidar a los niños, a encender fuego, etcétera.
Un rasgo curioso de este mito consiste en que el nombre brotara de una parra hecha por el Cuervo, de la que después brotaron más hombres: sencilla explicación de la evolución de la raza. Tras estos «primeros tiempos», el Cuervo sólo ejerció poderes limitados.
Puede propiciársele en su morada del cielo para que envíe buen tiempo, y si alguien mata un cuervo, sin duda habrá malas condiciones atmosféricas.