Mientras los fallecidos están a la espera de renacer, sus almas forman la aurora boreal, también conocida como "las luces del norte". Un mito inuit de la Península de Labrador cuenta que al final del mundo hay un gran abismo con un peligroso sendero que pasa por un agujero del cielo y llega hasta la tierra de los muertos. Las almas de quienes lo han cruzado encienden antorchas para guiar a las recién llegadas. Es tema recurrente del mito inuit que la tierra de la muerte es una tierra de abundancia. Las almas de quienes han ido allí banquetean y juegan al balón con un cráneo de morsa, lo que da origen a la aurora boreal.
Ciertas variantes de Groenlandia y de la parte central del Ártico canadiense cuentan que las almas, al correr por la nieve endurecida de los cielos producen un sonido crujiente. Las almas de los muertos no quieren estar apartadas de las de los vivos, con las que intentan comunicarse silbando. Cuando una persona oiga este silbido ha de contestar con un susurro o un silbido y las luces se acercarán y dejarán de verse.
Los chuvan de Siberia creen que las luces del norte ayudan a las mujeres en el parto, mientras que los saami de Finlandia tienen una leyenda según la cual las luces del norte siempre están presentes, incluso durante el día, y protegen de la brujería y del mal.