Según la mitología inuit en otros tiempos cualquier persona podía viajar a la luna.
Sucedía tal cosa cuando la luna visitaba la tierra y escogía a un hombre o mujer para llevárselos consigo de viaje por los cielos en un trineo tirado por perros.
Ciertos grupos de inuit creían que la luna influía en la fertilidad y el movimiento de los animales.
Cuando la luna se enfadaba porque un ser humano había quebrantado un tabú, podía castigar a los inuit enviando a los animales a otro lugar o impidiendo que los animales hembras concibieran.
Para apaciguar la ira de la luna los chamanes tenían que visitarla con frecuencia.