Erase una vez un hombre que fabricó un hermoso arpón. La primera vez que salió de caza con él vio una morsa sobre un témpano de hielo. Remó cuidadosamente en su kayak hasta acercarse al animal lo bastante para lanzarle el arpón. Apuntó y lo lanzó, pero de inmediato la morsa se lanzó al agua.
Al tirar del arpón se dio cuenta de que la punta había desaparecido, mientras que el asta y el flotador aún estaban ahí. Miró a su alrededor pero no vio a la morsa por ningún lado. Esperó un buen rato en silencio intentando averiguar por dónde surgiría el animal. A continuación remó en su kayak en torno a los témpanos, pero no volvió a ver a la morsa.
Desalentado por la desaparición de la morsa y la pérdida de su arpón, volvió a casa. Al anochecer visitó a un amigo que era un magnífico cazador. Aún desanimado, contó a su amigo los sucesos del día y la pérdida de su hermoso arpón.
De pronto su amigo empezó a reír y, metiéndose la mano en el bolsillo, le dijo: "¡Hoy he salido en mi kayak y me has tomado por una morsa! ¡Aquí tienes tu arpón!".