Los mitos y relatos sobre los nombres de persona y las reencarnaciones humanas son en el Ártico de difusión universal.
La persona está formada por tres almas: el alma personal, el aliento del alma libre y el alma del nombre. En Groenlandia los inuit creían que después de la muerte el alma personal viajaba al mundo subterráneo, lugar con abundancia de animales de caza donde se reunían las almas de los amigos y parientes difuntos, o a un mundo superior de hambre y frío eternos.
El aliento del alma libre puede dejar el cuerpo a voluntad, por lo general mientras duerme la persona. Si se aleja demasiado puede que tenga que recuperarlo un chamán.
En Siberia, Alaska, Canadá y Groenlandia existe la creencia de que el nombre de una persona es también un alma. Al morir, el alma del nombre deja el cuerpo de la persona y se dice que queda "sin hogar" hasta ser invitada a residir en el cuerpo de un recién nacido.
Los nombres tienen poder, y quien recibe el nombre de un difunto hereda algunas de sus buenas cualidades personales. Mitos y leyendas hablan con frecuencia de almas errantes tras la muerte y cuentan cómo, por medio del alma del nombre, los difuntos se convierten en espíritus guardianes de sus descendientes.