PUEBLOS ÁRTICOS Y EL ENTORNO

Esta relación de los pueblos árticos con su entorno queda reflejada en la riqueza de su mitología y se basa en un elaborado sistema de creencias y códigos morales. Para ello las fuerzas espirituales son inherentes a los seres humanos, a los animales y a todos los fenómenos naturales. Tal es la causa de que perciban el Ártico como un entorno de riesgo cargado de peligros e inseguridad. Este peligro es debido en parte al hecho de que pueblos cazadores como los inuit dependen de la caza de animales dotados de alma que ha de ser propiciada por el cazador tras su caza y muerte. De modo semejante, pastores de renos como los evenk han de asegurarse de que los renos sean adecuadamente descuartizados y de que su carne, huesos y cuero sean utilizados de modo que no ofenda al espíritu guardián de los animales.

En ocasiones los ritos practicados tanto antes como después de matar a los animales adoptan la forma de complejas ceremonias; es el caso de la festividad del oso en Siberia, la fiesta de la vejiga en el norte de Alaska y demás fiestas relacionadas con la caza de mamíferos marinos. El objetivo de estas fiestas era honrar al animal, pedir perdón por su muerte y asegurarse de que sus almas volvieran bien al mundo de los espíritus. En el mundo natural las ofensas de una persona contra los animales y los espíritus pueden dañar a las almas de los animales recién muertos y convocar a espíritus vengativos y malévolos, lo que pone en peligro a toda la comunidad. Los mitos cuentan la llegada de malas temporadas de caza, enfermedades, desgracias, hambrunas y mal tiempo debido a una violación de las relaciones entre las personas y el mundo natural. Este delicado equilibrio entre los seres humanos y el entorno puede restaurarse gracias a la intervención del chamán, que visita el mundo de los espíritus y actúa como reparador de la enfermedad, la aflicción y la desgracia.